lunes, 23 de mayo de 2011

Emoción de dos que juegan a distancia

Él. Raro aquel día. No, hermoso. Todavía me acuerdo. Setiembre. Brisa agradable y cielo azul oscuro de una noche apenas comenzada. Él y los otros tocando en un concierto improvisado en una nave abandonada, escenario inventado, mientras en una pared de cartón algunos grafiteros entablan una competición de dibujos y spray. Nosotras habíamos ido allí por causalidad, gracias al boca a boca habitual de la calle.
Me gustaba su estilo. Palabras de fuego para canciones funky que arañan el corazón. Y la petarda de mi amiga venga a decir que él esta bueno que te mueres. Y cada vez que lo dice, yo siento una extraña punzada de fastidio. Porque es guapo. Me doy cuenta. Y de vez en cuando nos miramos, y él me señala mientras canta. Emoción de dos que juegan a distancia, encima y debajo de un escenario improvisado, entre la gente que baila al ritmos rápido y explosivo que propone la música. Y después, sorpresa, vuelvo a encontrármelo en el instituto, en otro grupo, y descubro que tenemos la misma edad, que me mira y me sonríe. Si, es realmente guapo.
Comenzar a salir juntos después de las clases para ir a dar una vuelta en el ciclomotor, a tomar un helado una cerveza, a asistir a los ensayos de algún grupo en su sótano. Hasta que todo nos lleva a besarnos entre los sonidos y colores de un sábado por la noche en un local. Luego el viaje continúa, y el beso se convierte en una noche solos aquí en casa; con mis padres en una de sus habituales cenas y mi hermano durmiendo en casa de una amigo. Una casa demasiado grande para un amor quizá demasiado pequeño. Él con una flor. Una sola, dice, porque al menos es especial, única, no perdida en un ramo, confundida con otras. Un beso. Uno solo no. Otro. Y otro más. Manos que se entrelazan, ojos que se buscan y encuentran espacios y panoramas nuevos. Esa vez. Momento único. Que desearías que no acabase. Que fuese el inicio de todo. Descubrirse vulnerables y frágiles, curiosos y dulces. Una explosión. Al día siguiente reúno a las amigas, se lo explico todo y me siento grande. Él que me busca, viene a recogerme y me dice: "Eres mía. No me dejarás nunca. Estamos demasiado bien juntos. Te amo." y después: "¿ Dónde estabas? ¿Quién era ése? ¿Por qué no te quedas conmigo esta noche en vez de irte a la discoteca con tus amigas?" Y comprendes que tal vez amar es otra cosa. Es sentirse ligeros y libres. Es saber que no pretendes apropiarte del corazón del otro, que no es tuyo. que no te toca por contrato. Debes merecerlo cada día. Y se lo dices. Se lo dices a él. Y eres consciente de que hay respuestas que quizá deben cambiarse. Es preciso partir para volver a encontrar el camino. Él  que me mira enfadado, de pie, ante el portal. Y dice que no, que me equivoco, que somo felices juntos. Me coge por un brazo, me lo aprieta con fuerza. Porque cuando alguien a quien quieres se te va, intentas detenerlo con las manos, y esperas poder  atrapar así también su corazón. Pero no es así. El corazón tiene piernas que no ves. Y él se va diciendo " Me las pagarás",pero el amor no es una deuda que saldar, no regala créditos, no acepta descuentos.

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